Después de las críticas aceradas recibidas por el presidente Santos por abrir la negociación de paz, la fortaleza exhibida por el ejecutivo colombiano y, sobre todo, por la sociedad civil en los momentos de mayor duda y dolor registrados durante el proceso, así como la mediación internacional aceptada por ambas partes, que han sido capaces de trascender diferencias ideológicas en apariencia insondables, muestras inequívocas de un país que necesita recuperar el tiempo perdido, que quiere hacerlo y que, sobre todo, no interpreta el futuro más que como oportunidad.
Después de que un país asume la necesidad de que todas las heridas abiertas se podían cerrar por refrendo popular con una llamada a las urnas que más que nunca ha sido una llamada a la esperanza, el pasado domingo Colombia dijo NO a la «Refrendación del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”.
Colombia expresó en las urnas que hay que seguir esperando a la senda del desarrollo y progreso que, desde hace meses, la sitúa como una de las economías de referencia de América Latina.
Colombia dijo, también, que la metafórica Macondo del genial García Márquez seguirá aguardando después de un séptimo intento a sustituir el desencuentro, la ira y el horror por la esperanza que se basa en el sano discernimiento del ser humano.
Dicho de otro modo, Colombia seguirá confiando en poder protagonizar uno de los capítulos más bellos de la verdadera política de Estado que se pueda recordar.
En cuestión de horas, Colombia ha pasado de ser un país referente para la región y para el mundo en general, a una nueva duda geopolítica. Un reflejo de cómo han transido las campañas de los defensores de cada postura. Objetivamente nadie cuestiona la importancia de la paz, pero las lagunas argumentales -que las ha habido- han dado alas a los que mantienen (seguro que con toda legitimidad) causas pendientes con los guerrilleros.
La rápida reacción de las FARC anunciando su voluntad de adaptarse a nuevos escenarios y el tesón del Gobierno Santos por recomponer diálogos sin pérdida de tiempo ha aportado un impagable balón de oxigeno al proceso de paz. Nadie lo afirma abiertamente pero es una idea que subyace en el común colombiano: o es la paz o es el caos. Porque todos en este país regado de sangre durante 50 años saben que la única manera de ganar el futuro es por medio de una convivencia pacífica.
Lo único que redime la confusión ciudadana es que el actual acuerdo no ha muerto. En la tregua adoptada entre los contendientes del SÍ y del NO parece existir una suerte de consenso extremo: esta es nuestra última oportunidad.
Colombia espera de los presidentes Santos, Uribe y Pastrana que muestren una capacidad política sin prevalencia de intereses particulares, la de velar por un bien común superior al bien partidista, para sacar al país de un atolladero en el que todos han participado y del que nadie es responsable.
Deberán decidir entre la convivencia práctica y constructiva con el adversario o la guerra de la sinrazón contra el enemigo, porque la incertidumbre no puede durar mucho tiempo. El alto el fuego con las FARC caduca en menos de un mes, el riesgo es muy alto.
El futuro que se abre tras este proceso es, por supuesto, una incógnita. En palabras de Víctor Hugo «El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad».
Sinceramente creo que Colombia tiene que seguir trabajando en esa oportunidad.
Post data.
Durante los últimos años he tenido la oportunidad y el honor de participar en calidad de Observador Internacional en varios procesos electorales en Colombia. El pasado domingo, invitado por la Organización Nacional Electoral (Consejo Nacional Electoral y Registraduría del Estado Civil), lo he vuelto a hacer y en el papel de notario de la realidad que obliga ser Observador Internacional, he contrastado que todas llamadas a urnas realizadas en Colombia bajo mi desempeño, se han celebrado con la limpieza democrática que por ejemplo se vive en cualquier proceso electoral de nuestro país.
Carlos Prado
Artículo publicado el 7 de octubre de 2016, en www.farodevigo.es